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1) YO QUERÍA PONER LA MANGANETA

28/2/2021

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Hay una fuente en el hornazo de la linde del olivar del Sabio, que llaman y no sé por qué, del Abuelo. Tanto se empobrece en el estiaje que solo llena un charquito y da verdor a unos juncos.
Allí se acerca el verderón, el arrendajo o la tórtola; la perdiz al lumbrar el día y la liebre al declinar la tarde.
Salta o se escurre del olivar a la dehesa, donde tengo yo un chozo, y he tapado los derrames encajonando el agua por un regatillo a la medida de mi garlito.
Hay una hora de camino; por eso mañana de madrugada, con la luna por candil y al frente una estrella que tiembla, apeonaré esa vereda de polvillo colorado que pasa por Armengol.
Igual me da atrapar una tórtola, una perdiz o un jilguerillo para enjaular; quizás lo que más aprecie es el andar por el garrotal entre los fantasmas de los olivos y las caras redondas de las chumberas.
Una corteza de pan y un cachillo de queso callarán el ruido de las tripas, que traiciona al silencio de la espera y alerta a los animales.
Me asomaré a la coquera del alcornoque donde tiene su nido el autillo, para sorprenderme una vez más con los ojos violetas de los pollos entre el blanco plumón de la cama. Después, ya dentro del chamizo, esperaré la luz del día y seré notario del relevo de la vida sigilosa de los animales de la noche, por los alegres y escandalosos del día.
Al mastín del Patronato, que durante el día no abandona la sombra de la higuera, le sobornaré con algún hueso de pollo, pues ya tengo comprobado que su celo le hace vigilar lo que no es suyo, y abandona al caminante.

Me han dicho que al Castaño han llevado ​
ganado bravo, y yo sé que a los sementales les place vaguear las noches de luna llena, pero es seguro que las reses dormirán en el cercado, pues entre los olivos este animal es dañino.
Iré con un largo sueño cumplido, para que, al amanecer, cuando el vientecillo se mueve, no se me crucen las pestañas, ni cabecee como un bobo.
En el zurrón como recado echaré los clavos de la red, el bocadillo, la cantimplora con agua fresca, y en el termo un buchito de café...
Estoy seguro que no tiraré de la red para coger un jilguerillo o y chamariz, porque me resisto a tenerlos enjaulados; la tórtola es un bocado muy fino, pero yo carezco de arrestos para matarla y en cautividad trae mara suerte; la perdiz es plato caro, pero con ella tenemos el mismo conflicto; ni la mato, ni la enjaulo, y si entrara una liebre, que Dios no lo quiera destrozaría mi red y escandalizaría al campo con su "berraqueo".
La cría de autillo ya será volantona y habrá abandonado el nido...
El perro del Patronato es un mal bicho y lo creo capaz de preferir mis nalgas a un hueso de pollo... y no quiero pensar en tropezar con un cornúpeta ramoneándome el chozo...
Sí; bien pudiera ocurrir, que entre lástimas, supersticiones y el acoso del mastín o la presencia de un astado, no haga cacería y salude al sol desde la cruz de una encina.
Definitivamente no voy a poner la red, y que levante otro el acta del relevo de la vida animal.
​

¡¡¡ Yo no voy a poner la manganeta a la Fuente del Abuelo!!!

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Cuadernillos del Arca del Agua. INTRODUCIÓN y PRÓLOGO

27/2/2021

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Mientras no los olvidemos, permanecerán.
Tomás L. Chaves Antolín

​Mañana comenzamos la publicación de esta obra de Luis Odriozola que en su mayor parte, es desconocida para el público en general.
Supe de su existencia cuando uno de los relatos apareció publicado hace años en  la Revista de Feria de El Pedroso. Me fascinó.
​Mi hermana Mª de los Ángeles, alumna que fue de Trini Sáez, me habló de la existencia de muchos más y... pasó el tiempo, las visitas a mi pueblo se hicieron frecuentes, se creó la Asociación Cultural LA FUNDICIÓN de El Pedroso, lanzamos el proyecto del Centro de la Cultura Escuelas Nuevas y entre todos se consiguió llevarlo a cabo. La colaboración de muchos pedroseños aportando piezas, objetos y fotos de nuestro pasado fue esencial. Esto hizo que me volviera a encontrar con la familia Odriozola Sáez... en concreto con Jose Mari, amigo de mi hermano Salvador, compañeros de oficio y de pasiones por nuestra tierra y su historia. Y mucha ha sido la colaboración que desde entonces nos ha prestado. Pero, ¡Dios! como había crecido aquel niño. Creo que la vez anterior que hablé con él fue una noche de Reyes Magos cuando, tras la Cabalgata donde tuve el honor de encarnar a su majestad el Rey Melchor, le entregué los juguetes que con tantos avatares habían llegado desde el mismísimo Oriente. Bueno, a él y a sus hermanos. Pero a él en concreto lo tuve en brazos. Doy fe de la extraordinaria acogida que nos dieron sus padres Trini y Luis, agasajándonos con todo tipo de dulces y delicias variadas entre las que no faltó la copita de aguardiente de guindas. Como no podía ser de otra manera, el director de tan magno evento, Winoco Marín, dejó constancia fotográfica de lo que digo y ahí os dejo la prueba:
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Pues bien, ha sido José Mari, al que ya hemos podido leer en estas páginas, quien me facilitó este delicioso libro preñado de historias que conforman el cotidiano de una época, pero que Luis Odriozola llena de vida a través de sus personajes con quienes las reviviremos y que os invitamos a leer durante 125 días, tantos como relatos.
Nuestro infinito agradecimiento a Trini Sáez por autorizarnos a publicar estos "Cuadernillos del Arca del Agua" en CRÓNICASblog, y por propiciar que no se quedaran en apuntes dispersos o en la mente de su querido esposo Luis.
Sea en su memoria.
Breve semblanza de un escritor
Por José María Odriozola Sáez


​Tomás ha tenido la deferencia de pedirme una pequeña reseña sobre el autor de “Los Cuadernillos del Arca del Agua”. Cojo el guante advirtiendo mi parcialidad. Si difícil es prologar una obra ajena y bien escrita, la cosa se complica si esta es la de tu padre. 
Don Miguel de Cervantes decía que para componer historias y libros de cualquier suerte que sean, era menester un gran juicio y un maduro entendimiento y Luis Vives mantenía que todo escritor tenía antes que haber leído mucho, meditado, ensayado y corregido.
En “Los Cuadernillos del Arca del Agua” encontramos ecos de sus lecturas: de las de juventud, como Julio Verne, Rudyard Kipling, Emilio Salgari, y Mayne Reid. Y también las de madurez como Galdós, Menéndez Pidal, Ganivet, Unamuno y Marañón. Sin olvidar a la generación maldita (ideológicamente) de Foxá, Ridruejo, Víctor de la Serna, César Gonzalez-Ruano; todos dejaron algo...
La facilidad para escribir estos relatos, muchos de ellos casi a capela, era fruto de su inteligencia, sensibilidad y erudición. Aún me parece estar viéndole frente a su Olivetti consultando apuntes garabateados en servilletas sobre varios tomos del Espasa apilados junto a su sillón.
Aunaba a su capacidad creativa la virtud de saber escuchar y así, personajes como “El Pollo”, “Pepito el Vaquero”, “Pedrito Bulla” o “Burrita” se sentían cómodos para contarles a su manera su vida, esa que ellos creían que a nadie importaba y que sólo parecía interesarle a Luis.
Mi padre fue consciente muy pronto de la información valiosa que se perdía con el cambio generacional. Estos testigos, protagonistas de muchos de sus relatos le regalaron la suficiente información para poder condensar en la brevedad de sus relatos la intrahistoria de su pueblo, El Pedroso.       
Escribió poco y muy tarde, solo la insistencia de mi madre logró que muchas de aquellas historias y personajes quedasen plasmados en papel. Una vez que su relato estaba finalizado, esperaba con interés e impaciencia las críticas de su mujer, de sus hijos y de sus amigos que asumía con deportividad literaria.
No olvidaré la expresión de su cara de asombro aquellas navidades que mi mujer y yo le sorprendimos regalándole su libro: “Los “Cuadernillos del Arca del Agua”. A hurtadillas fuimos sisándole los escritos de sus carpetas y tras pasarlos en secreto, lo devolvíamos sin la más mínima sospecha. Sabíamos que le ilusionaría y acertamos. Emocionado, nos dedicó el primer ejemplar con estas emotivas palabras:

A Eva y José Mª que han logrado, lo que yo no habría hecho nunca. Me han valorado más que yo a mí mismo.
Vuestro padre.


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