Hay una fuente en el hornazo de la linde del olivar del Sabio, que llaman y no sé por qué, del Abuelo. Tanto se empobrece en el estiaje que solo llena un charquito y da verdor a unos juncos. Allí se acerca el verderón, el arrendajo o la tórtola; la perdiz al lumbrar el día y la liebre al declinar la tarde. Salta o se escurre del olivar a la dehesa, donde tengo yo un chozo, y he tapado los derrames encajonando el agua por un regatillo a la medida de mi garlito. Hay una hora de camino; por eso mañana de madrugada, con la luna por candil y al frente una estrella que tiembla, apeonaré esa vereda de polvillo colorado que pasa por Armengol. Igual me da atrapar una tórtola, una perdiz o un jilguerillo para enjaular; quizás lo que más aprecie es el andar por el garrotal entre los fantasmas de los olivos y las caras redondas de las chumberas. Una corteza de pan y un cachillo de queso callarán el ruido de las tripas, que traiciona al silencio de la espera y alerta a los animales. Me asomaré a la coquera del alcornoque donde tiene su nido el autillo, para sorprenderme una vez más con los ojos violetas de los pollos entre el blanco plumón de la cama. Después, ya dentro del chamizo, esperaré la luz del día y seré notario del relevo de la vida sigilosa de los animales de la noche, por los alegres y escandalosos del día. Al mastín del Patronato, que durante el día no abandona la sombra de la higuera, le sobornaré con algún hueso de pollo, pues ya tengo comprobado que su celo le hace vigilar lo que no es suyo, y abandona al caminante. Me han dicho que al Castaño han llevado | ganado bravo, y yo sé que a los sementales les place vaguear las noches de luna llena, pero es seguro que las reses dormirán en el cercado, pues entre los olivos este animal es dañino. Iré con un largo sueño cumplido, para que, al amanecer, cuando el vientecillo se mueve, no se me crucen las pestañas, ni cabecee como un bobo. En el zurrón como recado echaré los clavos de la red, el bocadillo, la cantimplora con agua fresca, y en el termo un buchito de café... Estoy seguro que no tiraré de la red para coger un jilguerillo o y chamariz, porque me resisto a tenerlos enjaulados; la tórtola es un bocado muy fino, pero yo carezco de arrestos para matarla y en cautividad trae mara suerte; la perdiz es plato caro, pero con ella tenemos el mismo conflicto; ni la mato, ni la enjaulo, y si entrara una liebre, que Dios no lo quiera destrozaría mi red y escandalizaría al campo con su "berraqueo". La cría de autillo ya será volantona y habrá abandonado el nido... El perro del Patronato es un mal bicho y lo creo capaz de preferir mis nalgas a un hueso de pollo... y no quiero pensar en tropezar con un cornúpeta ramoneándome el chozo... Sí; bien pudiera ocurrir, que entre lástimas, supersticiones y el acoso del mastín o la presencia de un astado, no haga cacería y salude al sol desde la cruz de una encina. Definitivamente no voy a poner la red, y que levante otro el acta del relevo de la vida animal. ¡¡¡ Yo no voy a poner la manganeta a la Fuente del Abuelo!!!
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AutorAsociación Cultural LA MEMORIA PRODIGIOSA.
José Mª Durán Ayo ARTÍCULOS DE José Mª Durán Ayo MÁS ALLÁ DE MI MEMORIA. José María Odriozola Sáez CUADERNILLOS DEL ARCA DEL AGUA. Luis Odriozola Ruiz Archivos del blog por MES
Noviembre 2022
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