Quebrantabotijas... ¡Quebrantabotijas...! Yacían alineados ante la piedra de la autopsia con expresión de vida reciente. Eran cuatro hombres del campo andaluz. Chapona de "paten" gris, pantalón de pana color miel, botas de cartera con piel de becerro y tachuelas, y sus gorrillas de visera sobre el pecho. Coincidía también en su expresión, la sorpresa; el pasmo de su rostro lo había fijado la muerte. Al Tripas el jefe, le colgaba el brazo acribillado sobre la funda de un nueve largo que aún le pendía del cinturón. Antonio el más alto, se había querido cubrir de las balas como los chiquillos se defienden del azote de la madre, levantando el codo para proteger la cara. El Colono estiraba su fuerte complexión en contraste con el de Fábrica, tísico y cetrino. Lara el carpintero y Ortega el enterrador los reconocían y el capitán de la guardia civil apremiaba echar a los curiosos. Coincidiendo con la hora salían de la escuela en Cazalla, los hijos de Antonio y el Colono, y en el Pedroso la mujer del de Fábrica hacía cola en la fuente de Cartuja. Picavientos es un torrente que suma las aguas de los temporales y tormentas precipitadas desde las Mesas de Tambalana; la Orza es el barranco profundo, y Quebrantabotijas es solo para el lobo y el jabalí... y para los hombres que van a morir. ¡¡¡Qué lejos la cálida noche a la luz del "carburo" y en el baile de la feria de el Pedroso!!!... vino de La Palma, tapas de chivo, mujeres con seda en el cuerpo... Exasperada la guardia en las sombras, ni a los suyos se acercaron. Sobraba el dinero y faltaba el sosiego. Los vio el pastor de los Conchos, pero ese no habla pues les lleva el pan, los reconoció el hatero de Montegil que les proporcionó las botas y Peral que finge no ver ya. ¡Qué bien se presenta la feria! ¡Qué fácil llega el dinero! Salen los hombres de jornal arrancando encinas y haciéndolas carbón a treinta pesetas. Excitaba Juan de Alanís a su jaquita de cola recortada camino de la majada, cuando topó con aquellas dos figuras en cuclillas bajo las encinas difuminadas por la llovizna. No dudó, le estaban robando las bellotas y con descaro. Lleno de soberbia les echó el caballo encima e inmediatamente comprobó, que las que suponía mujeres eran dos hombres con escopetas que le apearon sin contemplaciones. De allí al cerro Gonzalo donde después de tres horas con los caños del retaco en los | riñones, llegó el extremeño con los cuarenta mil duros para redimirle y la noticia del espanto de su mujer. Y en los Ganchales de Almadén, y en Fuente-Luenga de Cantillana, y en Cabeza-García de Cazalla, y el Campo-Allá de Constantina, y en otros lugares sin nombre pagaron los terratenientes sus prisiones a la partida del Tripas. Y la historia se repite una vez más, surge el traidor y la justicia no duda en pactar con él. Se organizan las contrapartidas formadas por agentes de la ley enmascarados como forajidos, y cuya misión es acabar con los ¿bandidos? ¿maquis?... No; eran bandoleros andaluces trágicamente desfasados. Chocolate, que así se apodaba el traidor y tres guardias civiles voluntarios, forman la patrulla que inicia una labor de acercamiento a los lugares frecuentados por el Tripas y los suyos. A su vez crean el desconcierto en los campesinos que se ven en el dilema de no saber para quien colaboran y temen las represalias de unos y otros. Después de varios contactos en los que incluso llegan a tirotearse ambas partidas, es reconocido Chocolate por el Tripas y las dos cuadrillas entablan relación con desconfianza. Insiste Chocolate en la formación de una sola pandilla, razonamiento que es rechazado por los del Tripas y acuerdan finalmente comer juntos y separarse aquel, mismo día. Eran cuatro hombres contra otros cuatro. De allí habían de salir cuatro muertos. Todos sospechaban y no había cuartel. ¡Qué comida más amarga! Chocolate mataría al Tripas y cada guardia a su pareja previamente señalada al aviso del traidor. Terminada la colación, pidió Chocolate le enseñara el Tripas el lugar de la fuente para beber. Colocáronse estratégicamente los guardias a la espera del disparo que acabaría con el jefe de la banda y sería señal para la ejecución de los restantes. Aun sonaba el estampido primero y ya había vaciado cada guardia su cargador. Contó Chocolate que el Tripas bebió después que el echándose de bruces en el charco, y que debió verle en el agua, su intención, porque hizo propósito de sacar su arma. El juez con guardia civil por los olivares viene sangre resbalada gime muda canción de serpiente señores guardias civiles aquí pasó lo de siempre Han muerto cuatro romanos Y cinco cartagineses. |
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AutorAsociación Cultural LA MEMORIA PRODIGIOSA.
José Mª Durán Ayo ARTÍCULOS DE José Mª Durán Ayo MÁS ALLÁ DE MI MEMORIA. José María Odriozola Sáez CUADERNILLOS DEL ARCA DEL AGUA. Luis Odriozola Ruiz Archivos del blog por MES
Noviembre 2022
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