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56) OTRAS COSAS

24/4/2021

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Hay un balcón sobre un pocillo y en un patio de losas berroqueñas con dos palmeras ancianas, que mira triste bajo el reloj de sol al que acondicionaron los monjes cartujos. Al frente están las cuadras y hacia el rincón una lúgubre almazara con enormes vigas fechadas.
La sopa boba la distribuían los clerizontes y frailes, por aquella portada
que asoma al camino viejo de las minas y que también es comienzo de la vereda del Cañuelo.
Por aquél hueco cayó Doña Lorenza arrebujada en su toquilla un atardecer de ásperos vientos. Dio un alarido en el aire y Josefa la mujer de Joseito el de la Jeringa, asomada a la reja de la cancela, la vio como un rebujo de trapos sobre las losas de granito y a su hermano Don
Miguel en el balcón con aspavientos de loco.
Los dos hermanos Doña Lorenza y Don Miguel, solterones, compartían la misma botica herencia de sus padres y al decir del pueblo llano no en buenas relaciones.
¡Si Don Miguel bebía las pequeñas arropías! ¿No lo sabía todo el pueblo? ¡Acaso preguntó algo la cigüeña que cruza el convento todos los días? Los guindillas no sé pronunciaron, el juez de paz era casi analfabeto, el médico dijo que murió del golpe, el forense que falleció delporrazo y el juez de instrucción quedó enredado entre los abogados de las dos herencias. ¡¡Abogados, jueces, fiscales!! ¿Para qué más?
“Viene el pleito a Diputación, allí es Bartolo, e Cino, Digesto, Juan Andrés e Baldo y Enrique do soy. Mas opiniones que uvas en cesto e cada abogado es y mucho presto e desque bien visto e bien disputado, fallan el pleyto en un punto errado e toman de cabo a quistión por esto".
(Decir que fizo luan de Mena - S. XV).
​
​Y el pueblo llano falló en rumores, noticias,
 susurros de viejos discuentos, sospechas y ansias de los letrados de prolongar el pleito.
Según cuestión de la Familia, Adulfa la Buenas Tardes, con frecuencia discutían por cuestiones económicas, pues ella era mujer ahorrativa tocando el exceso y al hermano no le llegaba la renta por su dispendio.
Los sobrinos beneficiarios del testamento de Doña Lorenza, mantenían que se lanzó por el balcón ante el acoso de Don Miguel armado con un cuchillo coquinario. Los otros consolaban al caduco y contrito Don Miguel basándose en que el mortal accidente fue por causa del celo en la limpieza, notoriamente exagerado, mantenido por la hermana que la llevó a encaramarse al balcón para matar una salamanquesa. Y en este dilema familiar y cuando parecía que brotaba el escándalo y la curia intervendría, muere Don Miguel. Hacen concilio los allegados, se insultan, se abrazan y reparten los bienes de ambos en cordial armonía dejando a la perpleja justicia sin causa.
En fin, de todos estos enredos lo que queda es el balcón, el balcón de Doña Lorenza. ¡¡Pero buenos eran los dos!!
Don Miguel abría la cancela a la chiquillada para que acopiaran dátiles y retozaran, Doña Lorenza tan solo cobraba cinco céntimos por llenar los dos bolsillos con el fruto caído. El hermano desde la madrugada hacía penitencia por todas las tascas y ella como una bicicleta sometía a la criada, Adulfa la Buenas Tardes, a severa vigilancia en la administración desde la cal al tocino.
Dicen que, en las noches de viento, las bóvedas que cubren este viejo convento aúllan por las ventanas sin cristales reproduciendo el alarido de Doña Lorenza.
¡¡Es mentira!! Allí tan solo suena el aire podrido y algún cárabo que hace gu, ru, gu, gú.
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