Allí está el Cerro de las Paredes que se vacía de fuentes con la intención de acopiar al pueblo que duerme en la ladera. Por allá también cabestrean dóciles jumentos y pájaros, alguna liebre y todos los bichos de la noche que deben ser muy felices. ¡Pero algo me inquieta! ¿Por qué en un pueblo tan plácido, tanto apodo militar a sus habitantes? Prim, Cavalcanti, Novaliches, el Cabito, el Soldaito, el Teniente Colombo. ¿Y por qué olvidar al Subteniente Riaño, hijos del pueblo como el legionario Apolinar o como recluta al maestro Latero? ¡Y cómo se oía en la madrugada el grito de Riaño ante la copa partida! "¡No ha pasado nada, ahora comparece el Trombón de la Fanfarria del corneta Paraguay!" Como a su camarada el trompeta, lo mataron en el Riff; él seguía con su burla trágica en las tascas y la gente se reía. A Prim le pregunté: -Si a Vd. no le molesta ¿por qué le apodan así? Ya era viejo y la salud no le acompañaba, ante mi pregunta se levantó bravo y entero como un toro de buena casta y me contestó seco: - ¡Porque siempre he tenido dos cojones! Fue entonces el desastre del alférez Rojas en Sidi Ifni. Y en ese destacamento iba Apolinar cuando en aquel barranco se entrillaron los padres de esos niños que ahora curamos. Se salvó y condecoraron por feo. Al ir al degüello de los españolitos por los mogrebíes, aunque no tenía herida alguna, se había untado de sangre la cara y el moro lo dio por muerto. Volvió de madrugada al destacamento con sus cartucheras. A Morente lo descalabró de un gumiazo un mogrebí de Abd el-Krim o de El-Raisuni cuando conducía unas acémilas con agua para Monte Arruit. Pero siglos antes, ¿qué ocurrió en el Cerro de las Paredes y en La Madroñera? ¿Existía un poblado muy anterior en el Cerro de las Paredes que fue destruido? ¿convendría excavar? Los enterramientos en el olivar son romanos ¿no podía haberse situado la antigua población romana en el alto donde juegan los niños del grupo escolar?' ¿Acaso son las piedras de la torre restos de esta pequeña fortaleza? Desde las Morejonas bajan enterradas y perdidas alfagras de grueso barro con buen calibre. ¿Dónde desaguaban? ¡De donde viene por el Callejón de las Charnecas esa acequia del vallado y a donde iban sus aguas que arropan los lentiscos? ¿Por qué el Callejón de la Ronca se llamaba el del castillo? | ¿Por qué esa calleja cerca de la Tijera se llama Alcazarejo? ¿por qué esa casería que compraron unos foramontanos se llama el Medio Almud y adonde vierten las aguas del Cerro de las Paredes? ¿Por qué el llano del Granadal, si allí pocos granados quedan? ¿Hasta dónde llega el camino de Val Perdido?, ¿llegaría a Mulva? En el esbozo de la batalla de Alcolea, cuando le tiró del caballo al general Novaliches la bala en la quijada, era su palafrenero un hombre de El Pedroso, Lora de apellido, que, por este delito, a Cuba lo desterraron y de allí volvió con las cicatrices en los hombros de los sacos de arenas a soportar en las espaldas, y los arrozales como pena. Mateo Morral lanzó una bomba a la comitiva real en la boda de Alfonso XIII que produjo veintitrés muertos y cien heridos, entre otros el caballo de un vecino de El Pedroso, cabo de dragones en la escolta. Se llamaba Marín y murió quitando varetas a su olivar y destetando a sus becerros allá por ese campo de moles de granito que llaman La Porrilla. Tengo noticias confusas de la defensa que el soldado de escolta, a las dos niñas del Comandante que paseaban a caballo, tan solo con su sable, cubrió la retirada de las amazonas ante una patrulla berberisca en Taxdirt. ¿Quién sería? El padre de Vicentillo el albañil volvió de Filipinas con los restos de su uniforme en un barco portugués, después de los últimos de Filipinas, los héroes de Baler. Y ¡¡Ay Dios mío!! Olvidaba al Teniente Colombo. Me apena pensar que ande por algún hospital, tullido en una cama con su cabeza del fémur tronchada. ¡No puede nadie hacer las abluciones en un lebrillo como él¡, pocas, pues era barrendero y algo menguado en su aseo. Como tantas historias, tenemos de cercos, batallas, escaramuzas. Era en los tiempos del general Carlista Zumalacárregui, y como artillería de campaña entre nuestros rivales Isabelinos y Carlistas, y en el sitio de Bilbao, uno de estos proyectiles de forma esférica y mecha en combustión, cayó en la placeta de la plana mayor que dirigía la batalla a golpe de telescopio. Ante el artefacto del que corría la mecha, más corrieron los generales y, un cabo algo ganoravaco, que se apellidaba Odriozola, abrió la bragueta y apagó el artefacto. |
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AutorAsociación Cultural LA MEMORIA PRODIGIOSA.
José Mª Durán Ayo ARTÍCULOS DE José Mª Durán Ayo MÁS ALLÁ DE MI MEMORIA. José María Odriozola Sáez CUADERNILLOS DEL ARCA DEL AGUA. Luis Odriozola Ruiz Archivos del blog por MES
Noviembre 2022
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