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68) GALEÓN

6/5/2021

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Así llaman a dos fincas rústicas del término de Cazalla de la Sierra en la Mariánica de Sevilla, Sierra Morena.
A ellas confundieron su origen.
Galeón era unos baldíos con un viejo pleito entre el Estado y el Concejo de Cazalla de la Sierra; aliagas, jaras, cantuesos, chaparreras. ¡Bichos y pinchos! Pero el Galeón tiene un río, el de las Lapas, unas sierras, aquellas en solana, las otras en Umbrías, y ¿el cielo? Nadie lo sabe; con
tan solo dormir una noche al sereno, velar espiando a los luceros, aguzar las orejas a los rumores de la tierra, entonces puede que el buen entendedor algo aprecie.
Por los altos cabalga la Sierra de Ganazo; este cazador de rabo al viento le dejó su apodo, era un furtivo. Si me sigues con atención, te lo revolveré en la memoria.
Así aparecía este hombre, las cuestas arriba sin toser, las que se precipitan al barranco sin resbalar placeta y se reía de los municipales, esos que llevaban el vergajo flácido y la faz ardiente.
Lo mataron una tarde de Agosto cuando más moscas había en un barranco al que le dicen Quebranta Botijas. ¡Por algo será!
A mi parecer aquella noche lloraron las adelfas y las retamas en el torrente del arroyo de la orza. ¿Pero se había convertido en un bandolero?
¿Fueron ellos los que a Cazalla les quebraron los cuarentamil duros en el Cerro Gonzalo, ¿O los que a Juan y a Polvorilla les vaciaron la bolsa en la Taberna de Ridruejo?  ¡Que se lo pregunten al Rifador!
Ninguno puede endilgar resquicios de verdad, todos han muerto, quedan rumores de viejos, malicias de pueblo.
La sierra de Ganazo se tapa con chaparros, retamas, murteras, charnecas y solo Dios sabrá de cuantas yerbas y hongos, presididos por el cono de un pequeño volcán apagado, en cuya falda duerme y se oxida un triste pluviómetro.
A todo esto le llamaban los colonos, los Lotes para diferenciarlos de las parcelas de viña y habitación para entonces bien cumplida.
Allí al amanecer gallea siempre un pollo chulo desde sabe Dios donde, que explica valiente ¡la vida sigue!
​
Le aplauden los bichos del campo, la abubilla, el alcaudón...
Mengañate el viejo, era alcalde de esta pedanía, que además de llevar su apodo fue hombre probo y de buen semblante ante tantas rencillas, litigios y disputas de poca razón.
Las casas se llenaron de hijos nueras y nietos, los que no cabían, la filoxera se ensañó con las vides y las cabras con todos.
Y empezaron a robarse unos a otros en aquellos años tristes de las postguerras, la nuestra civil y la mundial.
​Las enormes pipas de tantas arrobas, alineadas quedaron al cielo con sus grifos de bronce amputados.

Y llegó el guarda con su mujer y su hija, 
Veneno con sus uvas desde el Pilar de las Zarzas y el Pilongo y Sotana, Álvarez de sus enormes borracheras y caballo blanco, aquella mujer que tras la burra pregonaba "la traigo negra, la traigo blanca" y Escalera que se abismó, perdió los
pies cuando trabajaba en esas minas de El Pedroso que llaman del Redondillo.
Antes estas formidables edificaciones se utilizaron incluso como descanso y asueto para soldados cansados de trincheras con agua a media pierna o cantimploras secas. ¡En Cazalla y El Pedroso encontraron solaz en los bailes con las mozas del lugar, quedan restos!
Y llegó la paz y el hambre.
Aquella tremenda hambruna de los cuarenta ¡Dios!, ¿cuántos murieron?
Y muchos años antes la Venta del Tío Ramón.
Emplazada frente al Vado del Camino Real de Cazalla a Sevilla, de él dicen que era un chozo delicioso para el descanso, buen aguardiente y prado para las bestias de carga. La Diligencia aquí hacía parada en el vado y arriba, en la cumbre, un cuartel de Migueletes avizoraba el paso
por el Barranco Sevilla donde los pinos engruesan más.
Después en el Arroyo de las Lapas, hay una cascada que en las piedras talla conos donde se quedan los galápagos y allí en la canícula, cuando el agua se la lleva el cielo, las tortugas se quedan en el caparazón.
¡Se me olvidaba decir que por aquellos lugares se tapa un tesoro!  ¡El del bandolero!
Dicen de aquel hombre que herido se arrastraba arroyo de Quintanilla arriba, tapó su condesijo y aunque no murió perdió el recuerdo del lugar.
Lo único que se abejorrea es que reposa a un tiro de pistola del vado donde la princesa Isabel de Portugal hizo descanso en su viaje a los brazos del Emperador Carlos I, de Cazalla al Pedroso.
Allá entre Reventones y Navalagrulla había otra parcela propiedad de una mujer viuda de carácter abanto, cuya hija de buen semblante, iba en la burra al prostíbulo de Cazalla.
El abuelo vejancón, intentaba componer relojes en noches con candil, y ante su torpeza la nuera lo maltrató y lo puso triste y murió lleno de tornillos invisibles, pequeñas lupas y espirales despavoridas.
¡Dicen que a las madrugadas y en el corral de enramada cantaba flamenco entre las cabras con gran acierto!
Y Galeón seguía deteriorándose. Del horno del pan, aquella antigua tahona, solo quedan unos ladrillos y la pala para sacar las hogazas.
De la Ermita la espadaña y algo más.
De las escuelas, una para cada sexo y excrementos de cabras.
Tejas, vigas, algún material del pequeño laboratorio, de todo esto tan solo queda como un dedo acusador, la fachada de ladrillos, intento Neo Mudéjar que mira a una cascada frente a los cardales y al recuerdo de la maestra que allí recalaba en bicicleta.

 
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