En realidad, a mí no me gustan las guerras, ni las peleas, acaso las discusiones con calor tabernario. Aunque reconozco la belleza de una fragata a toda máquina con mar gruesa, la de un reactor pintando bigotes al cielo, la marcial uniformidad de nuestros infantes con caras de niños, detrás de la bandera…, pero no podemos olvidar que los españoles llevamos matándonos con pulcritud y esmero, desde hace la friolera de tres mil años. Porque antes, que también nos defenestrábamos, se nos disculpa por Neanderthalensis. Si los españoles se cascaban, en nuestro pueblo repercutiría y repercutió. Comprobado. Las hachas, puntas de flechas y demás restos paleolíticos de los Dólmenes de la Porrilla, no creo fueran utilizadas solo para cazar elefantes y rinocerontes que pastaban en Barbosa y algún día aflorarán a la orilla del arroyo del Santísimo. Pero noticias de batallas gordas, las tenemos de las habidas con cartagineses y romanos. Viriato, que era a mi parecer de aquí y cabrero en Upa, fue enterrado (sus cenizas) en la falda de la Lima. Cepión permitió el traslado de sus restos, desde la Ciudad Encantada de Cuenca, y la lápida bilingüe (latín e ibero) sobre la que ajusticiaron a los traidores de Osuna, [TC1] Ditalcón, Aulaces y Minuro, rueda como tapa de pozo por alguna colonia del Galeón. La Valencia que se fundó con el resto de su ejército, que no se suicidó cuando el fracaso de Tántalo, el nuevo jefe, lo mismo puede ser Valencia del Cid, de Alcántara, de las Torres, etc., aunque yo creo que fue la del Ventoso. Se llamó así, valentía o de los valientes. Tremendo duelo a la extremeña, entre las rocas fantasmagóricas que bordean el Júcar, implorando a Endovélico. Monedas de cobre con el guerrero sobre el caballo alado, puedo enseñar procedentes de la Madroñera a la que llegaba entonces la denominación de Lusitania. A partir de aquí, no tenemos noticias de acciones bélicas de altura por nuestros predios, hasta la solfa que le dio D. Rodrigo Díaz de Vivar en una razzia, al alcaide de Constantina al que tomó el castillo... Después, las tropas de Castilla partidarias de la Reina Católica, Isabel, aquí tuvieron techo y pitanza cuando perseguían a las huestes de Dª Juana la Beltraneja camino de Portugal. La dehesa boyar de la Jarosa, fue otorgamiento real a los vecinos de esta villa por el servicio. En el Pedroso como no había judíos, no los pudimos degollar, como hicieron en Cazalla cuando el pueblo asaltó la Aljama en los progromos; y hasta la llegada de los franceses, no matamos más que conejos, jabalíes y gamos; porque aquí no había ciervos. Pero llegaron los "gabachos", y nuestro Ayuntamiento acordó en un pleno, salieran los cazadores con sus trabucos y retacos, y los vecinos con aceros, palos y herramientas, porque estaban en Alanís y convenía ir a su encuentro. En el arroyo El Parroso, entre Ventas Quemadas y Arenillas, existe un recodo formado por sus aguas, llamado La Revuelta | del Negro, por haberse hallado suspendido por debajo de la nuez y de un acebuche, a un mameluco que distrajo el sendero y la compañía de los suyos. Un pozo que se limpió en la calle del Cristo, del que salieron con el cieno abundantes hebillas y bayonetas con silueta de cuatro, nos habla de un figón en donde los mostachos galos, se mojaron dos veces, la primera en vino y la segunda en agua salobre. Novaliches, Prim y Cavalcanti, son de nuestro pueblo. Los tres son apodos de sencillos vecinos nuestros, de los que los dos últimos, creo se les aplicó por su arrojo en su trabajo o vida cotidiana, pero el primero, es más curioso. Lora, porque así se apellidaba, recluta pedroseño en las filas de Isabel II, fue asistente del general Novaliches y en la batalla del Puente de Alcolea, siguió a su jefe en solitario y lo recogió cuando cayó con la mandíbula destrozada por la metralla. ¿Qué blanquea en aquel cerro? Es la quijada de Novaliches que se la está comiendo un perro Cantaban cruelmente los liberales. Este gesto le costó a nuestro paisano, el destierro a Cuba, de donde volvió años después, con terribles cicatrices que acreditarían la severidad hispánica en el juicio de sus héroes; Y le aseguró el apodo, Novaliches. Otro de los nuestros, Morente, se apaga en el silencio de un callejón, con una cicatriz de gumía recibida en Annual, en una noche de caballos y sables protegiendo a un convoy de heridos. Un jornalero de Los Labrados, fue aconsejado no respondiera al interés de la casa del Caudillo Franco por él, querían condecorarlo y darle mejor puesto, en esas prudencias de nuestra última guerra civil. El motivo era el recuerdo del lance de película, en el que sólo hizo frente a una partida cabileña en el Rif para dar tiempo a escapar a uña de caballo, a las dos damas hijas del coronel que acompañaba en el paseo como asistente y soldado raso de caballería. Pedro Flores soldado escogido para la escolta real, protegió con su caballo y su cuerpo la carroza de D. Alfonso y Dª Victoria, entre hombres muertos y bestias despanzurradas, cuando la bomba, regalo de bodas de Mateo Morral. Y nos seguimos y seguimos pegándonos tiros en nuestra última guerra, que es nuestro hobby, asombrando al mundo con nuestra brutalidad. Termino con otro apodo, muy escueto que quiero conste y que tampoco conozco su origen; es el Soldadito. Son todos los miembros de la familia los así nombrados y a simple vista no se les aprecian virtudes castrenses, pues uno es un solterón, motorista recalcitrante, con colilla soldada al belfo y su hermano, de igual estado, de austeras vigilias alcohólicas, con intermitentes desmadres. Los dos tienen más batallas perdidas que ganadas. |
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AutorAsociación Cultural LA MEMORIA PRODIGIOSA.
José Mª Durán Ayo ARTÍCULOS DE José Mª Durán Ayo MÁS ALLÁ DE MI MEMORIA. José María Odriozola Sáez CUADERNILLOS DEL ARCA DEL AGUA. Luis Odriozola Ruiz Archivos del blog por MES
Noviembre 2022
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