¡¡Ha vuelto Nerón!! Esta voz corría de uno a otro entre los componentes de la familia y todos nos apresuramos a darle la bienvenida. ¡Ha vuelto Nerón! Y como siempre lo haría en el albor al mullido sillón donde aliviaba sus resacas. Cuando llegué se espurría con gesto somnoliento y empezaba a saludar a todos con dulce ronroneo y corcovos lametones. Yo creo que nos quería de verdad y no hacía gatatumba, pues ¿a quién si no debía la vida?, y él lo sabía, ¡claro que lo sabía! Le pusimos agua y unos restos de comida de los que dio buena cuenta sin el apremio del hambre y con la compostura y remilgos de un gato de raza; cosa que no era, pues Nerón es plebeyo. ¿Qué parecía cuando lo encontramos en aquella alcantarilla? Pues nada más que un michino que maullaba [TC1] desconsolado haciendo fufos, con los pelos y las vibrisas electrizadas y el hocico abierto a la espera, in extremis, de una teta. Por eso vuelve a pesar de su espíritu aventurero, de su orgullo, de su amor a la libertad, de su independencia...; al mirarle a los ojos parece reconocerlo... y también me da la sensación que ahora cuando nos visita lo hace de tú a tú. Se ha convertido en un morrongo de fondo blanco con bandas amarillas patrimonio de macho, por la misma razón que los que tienen el pelo de tres colores son hembras, y, en sus ojos de la tonalidad del oro bajo, guarda el misterio de su procedencia. En él adivino la cabeza de la diosa Bastet y comprendo que en Egipto los embalsamaran y ajusticiaran a un hombre de leso gato, por lo que tampoco me extraña que en Gales siglos después fuese penado quien lo matara, a indemnizar al amo con la cantidad de trigo que lo cubriera, estando colgado por el rabo y rozando con el hocico el suelo. Nerón había vuelto arpadas las napias, tiznada la librea y a dormir horas y horas sobre el mejor cojín libre de ruidos y corrientes. Se levantaría, como hizo las veces anteriores, cuando le avisara el estómago, dedicaría a su acicalado bastante tiempo y saliva, restregaría la piel por nuestras piernas con el rabo inhiesto dejando al aire las vergüenzas y dejaría oír un maullido quejumbroso y afinado impropio de su corpulencia. Habremos de estar pendientes, pues si se lame a contrapelo, seguro llueve. A pesar de su cariño, del que no dudo, yo le malicio otro juego. Este felino tiene más de un amo y me lo demuestra que a la vuelta de sus prolongadas correrías, se manifiesta lucio. Tiene hembra y lo certifican las uñadas en el naso. Yo creo que me lo quiere confesar, pero no sabe como. Una noche de luna en un solar cercano, me pareció verlo chuleando con una minina blanca rodeado de gatos gitanos. seguro, lleva una doble vida. Pero es agradecido, dignamente agradecido. Nerón sabe que su concurso es deseado en la casa y que su presencia se considera muy grata desde aquel encuentro en el campo que salvó la vida. No es desmurador ni tampoco gato persa y su comportamiento bohemio nos obliga cada vez que retorna al hogar, a esculcarlo, por si las compañías que hubiere tenido, le obsequiaron con sarna o pulgas. Pero él da la sensación de que todo esto le afecta poco y mantiene la vieja táctica de enseñarte la tripa blanca ronroneando y lamerte afectuosamente los dedos. Solo con esto tiene asegurada posada y yantar, sin olvidar el mejor asiento. Comprendo que estos animales se adueñaran de las voluntades de hombres como víctor Hugo, Poe, Mahoma o Richelieu y la multitud de supersticiones que los envuelven... Pues Nerón, una vez más, como llegó desapareció y aunque ya estábamos acostumbrados a sus mutis por la terraza, siempre nos dejaba algo tristes al recordar lo frecuente que es encontrar un mizo planchado por el tráfico. Mas esta vez tornó enseguida, quizás a los tres días; y lo hizo, ¡Dios mío como lo hizo! No parecía el mismo robusto animal que tornó el portante días antes. Flaco, erizado el pelo, babeante...apenas le sostenían las patas...y así cayó en letargo sobre el sillón de la logia. Mucho tiempo estuvo en estas condiciones, allí quedó aislado por temor al tipo de | enfermedad que padeciese y solo yo le vigilaba esperando un desenlace fatal. La leche que le puse a su llegada la sobrenadaban hormigas y mosquitos, pero ni esta golosina a la que tenía gran afecto le conmovía. No era rabia, tampoco se había ratonado, pues nunca comió un ratón; a Nerón le habían dado un gatuperio. También pudiera haber ocurrido que en este último periplo topara con un cebo de ratas, o ¡Dios no lo quiera!, engulló uno de esos criminales preparados de pescado con alfileres en su interior que utilizan ciertas gentes para acabar con los gatos vagabundos. Lo importante es que nuestro gato se moría y ante la ruina de su físico, contrastaba la enorme vitalidad que hacía muy poco despilfarraba. Poco más de una semana haría que nos visitó Doña Sacra, sí, Doña Sacra que era una señora importante, porque su marido lo era y mucho. Él tenía un gran cargo en los ferrocarriles, bastante más edad que ella y compartía con su esposa las mieles del poder y un enorme perro alsaciano. El can era antipático, pendenciero, cruel con los más débiles de su especie y fisgón. Acompañaba a su ama en las visitas introduciéndose por todos los rincones y colándose sin el menor respeto hasta la cocina, no encontrando en Doña Sacra la menor reprimenda. Todo el mundo temía y toleraba a este animal por pertenecer al inspector y sufría, junto con el honor de la visita de esta dama, los allanamientos del chucho. Aquella tarde cuando llegó Doña Sacra, Nerón reposaba beatíficamente en la cocina sobre una silla de anea y el imponente perro lobo, después de registrar la casa, desembocó en la cocina y sin mediar pleito, sin previo aviso, se abalanzó sobre el gato. Lo que ocurriera nadie lo sabe, pero el estrépito de platos rotos y cacerolas volteadas fue de mayor cuantía y el final de la batalla, que solo pudimos apreciar como un relámpago, se convirtió en la cabalgada de Nerón sobre el alsaciano camino de la estación del ferrocarril, con un aullido patético del intruso producido por las garras del minino. Volvió el minino con su arrogancia natural a reposar sobre el brazo del sillón en el comedor y con sus gestos nos dio a entender que él, que solo era un animal, había solucionado para siempre el complejo problema de Doña Sacra, el inspector y el perro. Estas cosas estaba recordando mientras le observaba, cuando después de varios intentos se acercó tambaleante al recipiente de la leche, sopló los insectos que la cubrían y principió a lamer con desgana. Alegremente me dije: ¡Está salvado! Verdad es que siete vidas tiene un gato como la gente dice y algo verdad será también eso de que el matar uno negro trae desgracias durante siete años, quien lo ahoga, le espera la muerte, el que lo ve pasar frente a su puerta, debe recurrir a su exorcismo; un gato blanco en la ventana anuncia una enfermedad que solo tiene por medicina el asado de este, los de tres colores apagan incendios, cuando se frotan los hocicos con las dos manos, una visita importante está por llegar y tantas más... Le reposté la leche y así poco a poco Nerón se reponía alternando largas siestas con tristes y agradecidas miradas, hasta llegar a tomar alimento sólido. Con la misma celeridad que se encanijó se repuso, cambió el pelo y recobró el humor; quizás y sin quizás, se trocó más cariñoso. Todos lo festejábamos y extremamos las atenciones para con él repitiendo segurísimos: ¡Ya nunca más se desmadrará! Pues el gato escaldado del agua fría huye, es gato viejo, difícil es que le vuelvan a dar gato por liebre...y muchos refranes y dichos del estilo le repetíamos como consejos. Pero de nuevo llegó Enero, y, con la luna llena, la llamada del amor. Y Nerón volvió a desertar. Por algún tejado ruinoso hará concierto con aquella gatita blanca... Nosotros un día tras otro al asomarnos a la terraza repetimos: ¿Habrá venido Nerón? |
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AutorAsociación Cultural LA MEMORIA PRODIGIOSA.
José Mª Durán Ayo ARTÍCULOS DE José Mª Durán Ayo MÁS ALLÁ DE MI MEMORIA. José María Odriozola Sáez CUADERNILLOS DEL ARCA DEL AGUA. Luis Odriozola Ruiz Archivos del blog por MES
Noviembre 2022
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