¡¡Y volvió!! ¡Y aterrizó en la copa de una encina con su inventor y mecánico que llevaba una pierna quebrada y a su alrededor una piara de cabras despavoridas! Yo no había nacido, me lo dio a conocer esa gente que siempre lo ven todo. El motor era un desecho de un Ford de pedales, dos ruedas macizas de otro automóvil Renault, al que Dios sabe quién le dio ese destino, le dotó piernas para correr hasta el barranco, la hélice hay quien dice que la fabricó Paco el de Las Coronas, otros que fue Laorden el que las afinó en madera noble. De todas formas, se ponía en marcha con una manivela y su ruido en su marcha sosegada parecía decir: tito paco, tito paco, tito paco... Ricardo, que así se llamaba su inventor y era un hombre cauto, lo tenía maniatado a un alcornoque, no se le desmadrara en las pruebas y surgiera al valle del río Viar como bicho del plioceno. Se sospecha que su fuselaje tapado por las chapas de un gallinero, pero que le pesaba más de un algo la morra, no estaba compensado. Algún defecto así padecía el caza ruso Polikárpov en nuestra última guerra civil. Despegó la primera vez hasta dos metros de altura y hocicó advirtiendo al mecánico que había que compensar el peso del timón de cola. ¿Más cómo solucionar desde un cortijo, y a sesenta kilómetros de Sevilla esta deficiencia? Provisionalmente la corrigió con unos adoquines y vueltas a otro ensayo, aterrizó mansamente después de elevarse algún metro más y acabar el combustible seguido | de desprenderse el contrapeso de cola. El padre se ofuscó, la madre lloró y las gentes del pueblo supieron a voces de arriero que el cacharro de Ricardo buscó el cielo y la pierna del piloto. Ricardo nada más llegar compró un coche de alquiler para toda la feria, últimamente fue conductor de un camión al que seguía siempre un podenco de pelo cano al que alimentaba con una hogaza de pan. Se le requería para toda eventualidad eléctrica o motriz y él aparecía con pocas palabras y seria estatura en aquellos tiempos que todo se debía improvisar. Fue por aquellos años cuando Don Hilario del Camino invitó al rey Don Alfonso XIII a la mayor montería en Sierra Morena y en la que su Majestad no vio un rabo. Allí está el mojón del Puerto del Rey al que los republicanos borraron, ¡Rey! También invitaron los hermanos Camino en las Jarillas, al doctor Asuero, aquel que esculcaba por los senos y despabilaba a los ancianos, lisiados, rencos y los echaba a correr como liebres tras teclearles el trigémino. De la cárcava del Álamo que mira a San Benito, me traje a Clemente que murió en el chozo y venía liado en una manta sobre un asno seguido de dos mujeres vestidas de negro. Quizás por ser testigo de estos y otros acaeceres, acaso por todas estas causas, era un algo escéptico y a mi parecer melancólico el bueno de Ricardo. |
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AutorAsociación Cultural LA MEMORIA PRODIGIOSA.
José Mª Durán Ayo ARTÍCULOS DE José Mª Durán Ayo MÁS ALLÁ DE MI MEMORIA. José María Odriozola Sáez CUADERNILLOS DEL ARCA DEL AGUA. Luis Odriozola Ruiz Archivos del blog por MES
Noviembre 2022
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